Camila
Flores y Rocío Alorda
El
centralismo hoy permea todos los espacios nacionales: los discursos sociales, los
relatos periodísticos, las políticas públicas, las posibilidades laborales, y
en el caso del feminismo, se invisibilizan las resistencias que las mujeres han
dado, desde el mundo urbano y rural fuera de las capitales regionales.
Las
mujeres -no siempre autodenominadas feministas- han levantado desde diversos
espacios en la Región de Los Ríos -como en Chile- experiencias que cuestionan
el orden capitalista y patriarcal, expresándose en propuestas políticas y
acciones concretas tan potentes como la soberanía alimentaria y la protección
de los territorios.
Como
Marcha Mundial de las Mujeres, cuestionar el modelo económico y cultural está a
la base de nuestro quehacer, por eso la “economía feminista” toma relevancia y
articula nuestras acciones ya que vemos ahí una posibilidad de mirar prácticas
situadas de transformación social, atendiendo a los contextos culturales tan
disímiles entre sí en nuestro largo país.
Para
comenzar a conocer y reflexionar en conjunto desde las experiencias
comunitarias conceptos como “economía feminista” y “economía solidaria”, el
Colectivo VientoSur y la Marcha Mundial de las Mujeres, realizamos el 4 de
noviembre en Valdivia el “Primer Encuentro Regional de Economías
sociales, solidarias y feministas”, en el Espacio Canelo Lawen, actividad
que contó con la presencia de más de 40 representantes de organizaciones
sociales de territorios como Panguipulli, Paillaco, costa valdiviana, Tralcao
Mapu (San José de la Mariquina), Valdivia centro y Osorno, entre otros.
La
alianza que VientoSur y la Marcha Mundial de las Mujeres llevamos hace más de
cinco años, ha permitido generar espacios comunes de reflexión y trabajo en
temas como cuidado del medioambiente, buen vivir y feminismo. En esta ocasión, se
buscó gestar nexos entre diversas organizaciones de la Región de Los Ríos que han
apostado por realizar prácticas económicas distintas al modelo neoliberal, a
través de la organización comunitaria con participación activa de mujeres
campesinas y de pueblos originarios.
Explotación
de bienes comunes y desigualdades en la región
En
la región de Los Ríos como en el país, la distribución de la tierra es
altamente desigual. El 10% de los terratenientes de la Región tiene el 85% del
total de la superficie de la tierra, y son las mujeres las más perjudicadas, ya
que muchas veces la tenencia de sus campos está a nombre de sus maridos. Otra
dimensión que justifica la necesidad de articularse en torno a la economía
feminista es la brecha salarial: la mujer alcanza un 70% del salario del
hombre, y a la vez, en cada nueva medición hay más hogares con jefas de hogar,
lo que genera una feminización de la pobreza. Por otra parte, la doble jornada
laboral -trabajo remunerado y trabajo del cuidado- conlleva consecuencias en
nuestra salud física y mental.
Vemos,
por lo tanto, en la economía feminista una posibilidad de cuestionar el orden
económico para visibilizar otras formas de organización económica más
igualitaria, cuyo eje central esté en la vida de las personas y en la protección
de los territorios, no en el mercado. En la región existen diversas iniciativas
por lo que diagnosticábamos como una necesidad conocerlas, generar intercambios
entre ellas y articular espacios de trabajo común.
Primer
encuentro: de la reflexión a la acción
Este
“Primer Encuentro Regional de Economías
Sociales, Solidarias y Feministas”, fue un espacio de reflexión colectiva
sobre los diversos efectos que tiene la estrecha relación entre capitalismo y
patriarcado en nuestro territorio y en la vida de las mujeres, discusión
organizada en dos paneles con expositoras/es, para posteriormente revisar el
desarrollo de estrategias de articulación colectiva para encaminarnos a
visibilizar y subvertir tales opresiones.
La
primera mesa titulada “Experiencias de
economías locales y solidarias como alternativas al extractivismo y el
monocultivo”, tuvo como objetivo mostrar organizaciones de economías
solidarias y activistas regionales, quienes enfocaron su mirada en sus luchas territoriales.
Expusieron Beatriz Chocori representante de “Espacio Trafkintuwe” de
Panguipulli y Juan José Bucarey, de la Cooperativa “Semilla Austral”.
Beatriz
Chocori explicó cómo su territorio se ha convertido en un lugar de disputa
entre el Estado y las empresas privadas interesadas en los recursos naturales
de Panguipulli. En ese sentido, señaló que su organización se
enfoca en entregar información a las comunidades y aprender en conjunto sobre el
conocimiento mapuche para proteger y defender el territorio.
De este modo, la economía es la primera
instancia de autonomía, y por eso, su organización realizó un diagnóstico para conocer
qué se estaba cultivando en la zona y así poder rescatar las prácticas de
cultivo ancestral. A través de dicho diagnóstico se evidenció que la mayoría de
las personas se dedica al cultivo hortícola pero vinculado a los bosques. Así
surgió la iniciativa “Huerta Mapuche”, que busca relevar todos los conocimientos
ancestrales en cuanto a la producción vinculada a nuevas prácticas, como la
agroecología, la restauración de bosques y los alimentos que ellas y ellos
generan. Beatriz destacó cómo en su zona se ha constituido una red que promueve
la soberanía alimentaria, que tiene como objetivo proveer el cultivo de
alimentos sanos, productos con identidad, recuperar las semillas y volver a valorar
todo lo que la huerta puede producir.
Por otro lado -comentó Beatriz- se
recuperó un espacio que correspondía a la antigua bodega de ferrocarriles,
espacio que hoy se denomina “Trafkintuwe”. Este lugar sirve para articular y
gestionar todos los procesos que se desarrollan junto a diferentes
organizaciones y comunidades mapuche de Panguipulli, articulando diferentes
economías de la comunidad, que comparten ideas e iniciativas de trabajo, en circuitos
educativos más que turísticos.
Por su parte, Juan José
Bucarey, representante de la Red de
Semillas Austral, comentó la experiencia de la red nacional compuesta por
agricultores y agricultoras que focalizan su accionar en desarrollar diferentes
actividades como intercambio de semillas, educación, etc. Explicó que la red
promueve tres principios básicos: semillas libres de transgénicos; semillas
libres de agrotóxicos; y, semillas libres de propiedad intelectual
pertenecientes a las comunidades. Estos principios permiten que la comunidad
pueda ejercer la soberanía alimentaria y terminar con los transgénicos que
atentan contra la diversidad de especies en los territorios.
Juan José detalló que la cooperativa surgió para
formalizar la red de semillas libres y generar así una economía social de mayor
alcance, como una estrategia más clara de resistencia política. Si bien la idea
surgió como un espacio para socializar conocimientos, se ha convertido en una
sociedad sin fines de lucro, donde los y las participantes venden e
intercambian sus productos y además pueden tributar. También se intercambian
conocimientos, generando actividades educativas con diferentes talleres
destinados a las personas de la red, en temas que van desde fitocosmética hasta
gastronomía.
La
segunda mesa, “La economía feminista y
sus expresiones de resistencia tales como la soberanía alimentaria y
precarización del trabajo femenino” tuvo como objetivo conocer feministas
populares y su crítica a la economía actual. Las expositoras fueron Eva
Maldonado, representante de la organización “Paimuri” y Presidenta del Mercado
de la Tierra Paillaco, y Sandra Barrientos, Presidenta del Sindicato Unimarc
Región de Los Ríos. Esta mesa puso en común diversas experiencias sobre lo que
implica en la vida de las mujeres ejercer puestos de dirigencia, los costos
asociados a ello y lo importante del desarrollo de la autonomía económica.
Sandra Barrientos, presidenta del Sindicato Unimarc
Región de Los Ríos, abordó su experiencia de dirigir una organización
mixta, espacio al que entró hace nueve años motivada por organizar a las y los
trabajadores contra el abuso de la empresa. Tal como señaló, desde el inicio
fue difícil organizarse en sindicato pues la empresa amenazaba con despidos,
sin embargo, después de una fuerte lucha y organización, se formó una
federación donde hay más de 11 sindicatos y donde más del 80% de sus
participantes son mujeres jefas de hogar con hijos/as. Esas mujeres parte del
sindicato son las que enfrentan mayores obstáculos por parte de la empresa,
como sueldos bajos, descuentos por licencias, pocos beneficios, enfermedades
psicológicas asociadas al trabajo y cuidados -estrés, depresión-, castigo a las
faltas de tiempo, etc. Por tanto, el mecanismo central de lucha para mejorar
tales condiciones laborales han sido las negociaciones colectivas. La lucha de
Sandra se ha focalizado en enfrentar a la empresa por los abusos que genera
contra las mujeres, lo que les ha permitido crecer y aprender a enfrentarse
contra gerentes, quienes antiguamente la intimidaban, mientras que ahora se
para con fuerza y voz clara, lo que se ha traducido en credibilidad y apoyo
entre las y los sindicalizados.
Por su parte, Eva Maldonado, representante de la
organización Paillaco Mujeres Rurales e Indígenas (PAIMURI) y Presidenta del
Mercado de la Tierra Paillaco, comentó el proyecto de
agricultura de las mujeres de campo que han levantado en su comuna, donde
reconoció los aportes de la agroecología como el “rescate ancestral donde el
trabajo acorde con el medio ambiente por medio de prácticas y formas de
producción a través de la conservación sana y limpia de los alimentos”. Tal
como explicó, PAIMURI se conforma por 23 mujeres y se especializa en
capacitación política, social y cultural, rescate de saberes y sabores
ancestrales, y un fuerte trabajo en empoderarse colectivamente para enfrentar
el machismo.
En Paillaco, Eva junto a otras mujeres, crearon el Mercado de la
tierra con la temática slow food [comida lenta] movimiento que nace en
Italia para enfrentarse a la comida rápida o comida chatarra. En este espacio
participan diversas agrupaciones de agricultoras agroecológicas como el Comité
orgánico de Paillaco, Paimuri, Pewma mujeres de sueños, Ancafú, comunidad
agroecológica Weiche, La Veguita y organizaciones de distintas partes de la
comuna de Paillaco. En la organización se han enfrentado a factores como el individualismo
presente en las mismas personas que comenzaron a integrarla, pues era costumbre
en sus organizaciones de base capacitarlas para la competencia desde una forma
de organización patriarcal. “Ha sido difícil, pero se ha avanzado, forjando un
espíritu de hermandad, solidaridad, respeto mutuo, aprender a compartir para
decidir en conjunto ser mujeres con igualdad de derechos y oportunidades”,
sostuvo Eva.
Taller: reconocimiento de prácticas de economía feminista para la
articulación social
Las
experiencias y reflexiones puestas en común reflejaron la necesidad de abrir
espacios para compartir estrategias y articularse ante los abusos del modelo.
Por eso, el encuentro contempló la realización de un taller para identificar
acuerdos, perspectivas, horizontes y anhelos de trabajo común, que
permitirán generar luchas colectivas en los territorios de la región.
En
ese sentido, se identificaron los siguientes desafíos que enfrentan las
organizaciones: la necesidad de realizar intercambios de saberes y compartir
experiencias locales (Minga de la quínoa en Tralcao, mercado de la tierra en
Paillaco, etc); generar sistematizaciones -escritos y audiovisuales- del
trabajo de estas organizaciones y sus dirigentes/as; articular espacios de formación
para mejorar la expresión oral y kinestésica fortaleciendo y motivando nuevos liderazgos
de dirigentes sociales; caracterizar el feminismo situado desde nuestra región
y crear espacios de formación en hierbas medicinales de parte de las ñañas.
Estas
necesidades colectivas, serán abordadas en un trabajo proyectado para el año
2018. Por nuestra parte, desde la Marcha Mundial de las Mujeres-Chile, este
encuentro nos desafía a continuar un trabajo en red para intercambiar saberes,
generar confianzas más profundas que permitan dar un horizonte feminista y
articulado en la región, y sobre todo, fortalecer un espacio de reflexión –
acción desde la economía feminista por y para las mujeres y sus comunidades.