Josefa Pino, Karin Velásquez, Vania Ochoa, Carla Cortez
El modelo económico
de Chile está caracterizado por un neoliberalismo que promueve el lucro
insaciable y ambicioso de algunos grupos económicos quienes consiguen sus
riquezas capitalistas a expensas de la explotación y devastación de los
recursos naturales, por medio de actividades extractivas intensas y a gran
escala, concretamente en el desarrollo de la minería, proyectos
hidroeléctricos, las forestales, celulosas, las plantas salmoneras y la pesca
industrial, entre otras, impactando en comunidades urbanas, rurales, campesinas
e indígenas, quienes sufren un constante y continuo deterioro en su calidad de
vida y bienestar, al ver amenazadas y/o vulneradas sus fuentes laborales, su
soberanía alimentaria, su educación, su salud e incluso su cultura.
Para comprender
cómo se ha ido desenvolviendo este panorama hasta la actualidad, es necesario
volcar la mirada hacia atrás y construir un breve contexto histórico regional
de nuestro territorio.
La octava región de
Chile se nombra como la región del Biobío, que según cronistas españoles
corresponde a una derivación de “hui-hui”, como imitación al ruido “que hacen
las olas mansas cuando se encrespan”. Los y las mapuche llaman a este río
Butalebu, que significa río grande. El río es un factor importante en la
identidad regional, ya que ha condicionado la vida de sus habitantes,
influyendo en distintos aspectos, desde la conformación de asentamientos
urbanos, el crecimiento económico, hasta expresiones artísticas y políticas. Se
conforma geográficamente como una frontera natural e histórica entre diferentes
comunidades, ya que alrededor de su territorio se forma una cultura de conflictos,
resistencias y encuentros.
Si nos basamos en
la historia de Chile, con sesgo europeo, uno de los primeros encuentros en esta
región se dio entre españoles y mapuche, más bien se trata de una relación de
sometimiento por parte de españoles y de resistencia por parte de mapuche. En
estos acontecimientos las mujeres mapuche cumplieron roles fundamentales en
periodos de alzamientos y guerras, por medio del trabajo de las tierras, del
cuidado de los lov[1],
así como de la propia resistencia.
Tras los procesos
independentistas, el Estado de Chile cumple su parte en esta historia de
sometimiento, aisla a sectores periféricos de la región y despoja de sus
territorios tanto al pueblo mapuche como también a familias campesinas para
entregarlos a grandes latifundistas. De esta manera, durante los siglos XIX y
XX la construcción de Estado tanto en nuestra región, como hacia el sur del
país, se basó en la colonización y capitalización de los territorios y sus
recursos naturales, entregándolos a empresarios nacionales y extranjeros.
Ejemplo de ello es la extracción de carbón en el Golfo de Arauco, que
contribuyó al crecimiento económico e industrial de la región, como también al
crecimiento político del proletariado. Y es que el reverso de la explotación
natural-humana en la región se expresa en su historia de organizaciones; no sólo
los trabajadores del carbón adquirieron conciencia de clase, las mujeres
ligadas a la mina del carbón desempeñaron papeles claves en el desarrollo de la
vida política-social en Lota.
Las mujeres lotinas
entretejieron la vida en el Subsole,
transmitiendo una tremenda fuerza identificadora y de resistencia. Así, desde
los cuidados familiares en espacios comunitarios como los lavaderos, quincenas,
hornos y pabellones, hasta sus luchas reivindicativas en momentos de crisis,
ocupando espacios entendidos tradicionalmente como masculinos, es decir, en las
huelgas, asambleas o espacios de discusión, entre otros. Legitiman sus acciones
y movilizaciones desde sus discursos como madres y esposas sostenedoras de sus
familias, y al mismo tiempo, como mujeres empoderadas de un discurso en base a
la solidaridad de género y clase como mecanismo de sobrevivencia.
Otros casos a
nombrar que han potenciado el trabajo y la vida política-social de la región son
la Fábrica Textil Bellavista Oveja Tomé y la Compañía Siderúrgica Huachipato.
Más tarde, en la
Dictadura Militar y durante los gobiernos de la Concertación, se pone fin a los
procesos de industrialización local, privatizando los principales servicios y
derechos de la población. Por ejemplo, en la década de los noventa en el Alto
Biobío se dio pie a la construcción de la central hidroeléctrica Ralco,
iniciándose el deterioro del ecosistema del río Biobío, afectando a la región
misma y a su población. Además, la sustitución de los suelos y los bosques
nativos por la industria forestal y el monocultivo, acrecentó la devastación de
los ecosistemas, así como también ha potenciado el desplazamiento de
comunidades y legitimado la militarización de territorio mapuche, mientras que
por otro lado, vino a dar respuesta -en una primera instancia- al desempleo que
causó el cierre de industrias como la de la minería.
El confluir de las
actividades pesqueras, forestales, mineras, energéticas y agrícolas han hecho
de este territorio una zona de sacrificio, una región extractivizada. Este
entramado contiene procesos de proletarización, colonización, conciencia de
clase, racismo, machismo y explotación de tierra y mar que nos devela las
complejidades de la relación con el trabajo, la naturaleza, los cuidados y la
comunidad.
Marcha Fiofío, un proceso que
recién comienza
Por todo lo
anterior, nos parece coherente y fundamental hacer el cruce de feminismo y
extractivismo, entendiendo que no podemos desvincular la defensa del
territorio-cuerpo de la defensa del territorio-tierra en un contexto donde el
funcionamiento de la economía ha consolidado un modelo de explotación y
extracción de materias primas que ha instalado en
las comunidades una economía productiva masculinizada, que enfatiza la división
sexual del trabajo, y que antepone la acumulación de la actividad extractiva
por sobre las condiciones reales.
De este modo, el
cuerpo de las mujeres ha sido históricamente atravesado por la violencia,
reforzando la dominancia del sistema patriarcal, que en su dinamismo, hoy es
alimentado por las políticas neoliberales. Nuestro primer territorio a
recuperar y defender es nuestro cuerpo para defender nuestra tierra,
enfrentándonos y resistiendo los procesos de despojo y los efectos destructivos
del extractivismo para asegurar el sostenimiento de la vida actual y a futuro.
La Marcha Mundial
Fiofío, es un grupo -por ahora pequeño- de mujeres de Concepción, Chiguayante y
Lomas Coloradas, que, en el contexto de lo recién expuesto, y en la dinámica de
compartir y (re)conocerse hemos decidido organizarnos desde agosto del 2017.
Actualmente estamos
en un proceso de formación interna al mismo tiempo que en vinculación con
diversos espacios en los que convergen otras organizaciones en lucha y
resistencia contra el impacto extractivista en la región. Como feministas,
consideramos fundamental trabajar articuladamente con organizaciones
territoriales, haciéndonos cargo de nuestro contexto. Nuestro feminismo es
decolonial, anticapitalista y ecologista, nos interesa revisar la economía
feminista como modelo que se pregunta por la sostenibilidad de la vida contra
el capital que la depreda y destruye.
En este momento en
la región existen distintas organizaciones y coordinadoras articuladas para
informar sobre la explotación y luchar contra el extractivismo; son
organizaciones de carácter comunitario, agroecológicas y entre cuyos principios
se definen como antipatriarcales, por tanto entendemos que existe la
perspectiva de trabajar conjuntamente, así como con las mujeres de sus
organizaciones; más aún cuando nuestras perspectivas también son de
encontrarnos y visibilizar la constante defensa y recuperación de nuestros
territorios.
Es así que
encontramos sumamente necesario articularnos con las diversas organizaciones
comunitarias, culturales, agroecológicas y territoriales. Por lo que comenzamos
a converger en múltiples espacios con organizaciones tales como: Coordinadora
por la Defensa de los Territorios (CDT), Red Cultura Comunitaria Bío Bío,
Espacio Oasis, Encuentro Performance Política (EPP), ANAMURI, entre otras.
Participando de escuelas y actividades, entre ellas el Instituto de Agroecología
para las Mujeres del Campo IALA Chile, Seminario Aborto Libre: saberes y prácticas
feministas (Santiago), Seminario Internacional Proyectos Revolucionarios en
América Latina: una mirada desde el feminismo, Primer encuentro de Economías
sociales, solidarias y feministas realizado en Valdivia, y la Escuela de
Economías solidarias que se llevó a cabo en Tomé, región del Bío Bío; tales
espacios proponen metodologías, aprendizajes, intercambios, (re)encuentros y,
por sobre todo propuestas, para la continuación de conocimientos y organización
ante el avasallador sistema explotador, que violenta nuestras comunidades y a
la vez nuestros cuerpos.
Ante este panorama,
la creación de un espacio como MMM Fiofío se hace imperante, siendo una
organización feminista, de resistencia, creación, aprendizajes, afectos y
sororidad. Que buscamos la continua liberación de la tierra, los bosques, el
agua, de la vida y las mujeres, con su comunidad.
A todas aquellas
que quieran compartir inquietudes, conversar, conocernos, organizarse y
construir, no duden en escribir para encontrarnos a:
marchamujeresbiobio@gmail.com
¡Mujeres en marcha,
hasta que todas y todos, aguas y tierras seamos libres!