martes, 12 de septiembre de 2017

12O en 25N: EL GENOCIDIO COLONIAL REEDITADO EN FEMINICIDIOS



Doris Quiñimil Vásquez

Cada 25 de noviembre conmemoramos en todo el mundo el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, rindiendo un homenaje a las hermanas Mirabal, cuyo asesinato es ícono de la violencia extrema de género, que hoy apellidaríamos interseccional y feminicida.

Interseccional porque es un hecho que Minerva, María Teresa y Patricia, así como tantas Otras hermanas del Abya Yala, vivieron y viven experiencias de dominación múltiple que desafían la comprensión monista de entender las formas de dominio, ya sea sólo desde el patriarcado, el colonialismo o el capitalismo.

Feminicida porque desde la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de las Naciones Unidas del 93 y desde la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, o Belém do Pará, de la Organización de los Estados Americanos del 94, los Estados Nación supuestamente comprometidos con los Derechos Humanos buscan eliminar actos de violencia contra las mujeres que pueden ocurrir en la familia o en cualquier otra relación interpersonal, en la comunidad y también aquellos perpetrados y/o tolerados por el Estado o sus agentes. Esta distinción permite visibilizar y denunciar el Feminicidio, que tal como lo conceptualiza Marcela Lagarde (2005), si bien se centra en los asesinatos de mujeres por razones de género, enrostra la impunidad, indolencia y complicidad de los Estados Nación, que rinden pleitesía a su amo y señor, el Capital.

Sin embargo, la violencia extrema de género, interseccional y feminicida, muta en sus intenciones y manifestaciones cuando se perpetra contra mujeres indígenas, al no estar basada solamente en el género sino principalmente en el territorio, pues desde el Genocidio Colonial del Abya Yala de 1492, los pueblos y las mujeres indígenas hemos luchado y resistido contra la usurpación y el desplazamiento territorial, la colonización y la esclavitud, el militarismo, el racismo, la exclusión y criminalización, la asimilación y migración forzada, el empobrecimiento sostenible y los asesinatos de la Madre Tierra y de los cuerpos indígenas, realizados “en nombre del progreso, la civilización y el desarrollo”. Esta aniquilación o exterminio parcial o total, sistemático y deliberado de los Pueblos Indígenas por intereses imperialistas y económicos, o colonialismo sustentado ayer en capitalismo y hoy devenido en neoliberalismo en la escala mundial (o capitalismo gore en palabras de Sayak Valencia en la escala g-local), se ha centrado en la usurpación y depredación de los territorios indígenas.

Dicho Genocidio Colonial se ha intensificado por el neoliberalismo, y se basa en políticas del despojo y colonización de todos nuestros territorios; entendiendo el territorio como constituyente del ser indígena y como “ese lugar por donde la vida transita, por donde somos y dejamos de ser” (Aguirre y Santacruz, 2008). Así, la usurpación, la invasión, la expropiación, la explotación, la privatización y mercantilización de la Madre Tierra, incluyendo las aguas, bosques, minerales, semillas, plantas medicinales y el cuerpo femenino/feminizado de los pueblos y mujeres indígenas y sus subjetividades, memorias, conocimientos y lenguas, pone en jaque la existencia de los Pueblos Indígenas, reeditándose hoy el Genocidio Colonial en Feminicidios.

Así, el listado de Feminicidios Consumados como el de la hermana lenca Berta Cáceres Flores asesinada el 03 de marzo de 2016, de las hermanas mayas víctimas del genocidio en Guatemala, de las hermanas pilagá víctimas del genocidio silenciado en Argentina, de las 1.017 mujeres y niñas indígenas desaparecidas o asesinadas (registradas) en el Canadá entre 1980 y 2012, de la lamngen Macarena Valdés Muñoz asesinada el 22 de agosto de 2016; y el de Feminicidios Frustrados como el de la machi Francisca Linconao Huircapan y de tantas Otras lamngen acusadas de “terroristas”, lamentablemente no sólo en $hile, es sólo la punta del iceberg de innumerables mujeres indígenas asesinadas, detenidas o desaparecidas en este escenario tétrico de despojo, explotación, violación, sometimiento y militarización de la tierra y su contraparte de criminalización de las demandas de autodeterminación, recuperación y defensa territorial.
Al respecto, el 25N de 2016, y bajo la consigna #NiUnaMenos, múltiples sectores denunciaron la violencia heterowingkapatriarcal[1] que afecta a hermanas del pueblo nación Mapuche, reconociendo “al capital y al patriarcado como enemigos de nuestra existencia y [haciendo] un llamado a organizarse para poner fin a la violencia machista en todos los ámbitos de la vida. ¡Que el capitalismo y el patriarcado caigan juntos!” (Comunicado Comunidades militantes multisectoriales frente a la situación de violencia patriarcal a mujeres del Pueblo Mapuche, 25 noviembre de 2006).
       

 Afiche difundido el 25N del 2016

Y para que el nunca más del 12O y del 25N sigan sororizando... Y para que vivan las Mariposas, las Bertas Cáceres, las hermanas Quintreman, las Macarenas Valdés, las Machi Francisca, María Claudina, Millaray, las Lorenzas Cayuhan y las Sayén, ¡para que vivan! ¡porque vivas nos queremos!
              



[1] Propongo la categoría champurria de violencia heterowingkapatriarcal, usando la palabra mapuche wingka con su anclaje “al winkün o acto de vejamen, usurpación, violación o desgarro” (Nahuelpan, 2012), para denunciar los procesos de despojo y violencias coloniales y patriarcales, y de “rape/violación” fundacional de esta Historia occidental hegemónica, escrita de la mano de la sicaria y siniestra hidra colonial, capitalista, neoliberal, racista y heteropatriarcal “que demanda territorios, recursos y conocimientos indígenas, combinando estrategias de seguridad, criminalización y militarización” (Nahuelpan, 2012). Asimismo, y siguiendo a otras lamngen feministas como Verónica Huilipán y Relmu Ñanku, quienes consideran estratégico a la lucha descolonizadora de los pueblos y de los cuerpos, plantear el actual heteropatriarcado indígena en general y mapuche en particular un producto colonial; me ha llevado a proponer el neologismo heterowingkapatriarcal como categoría descolonizadora, al visibilizar, reforzar e integrar a la lucha indígena y mapuche contra lo ideológicamente wingka y colonial (es decir, los sistemas de opresión neoliberales y neocoloniales impuestos por Occidónde, como los estados, iglesias, transnacionales y la biomedicina), la lucha contra los heteropatriarcados $hileno y mapuche, pues no “es posible fraguar la resistencia real ante el sistema económico en el que vivimos, que basa su poder en la violencia exacerbada, sin cuestionar la masculinidad” (Valencia, 2010); pasando de reivindicación entendida sólo como feminista a una reivindicación y estrategia necesariamente de descolonización y recuperación de todos nuestros territorios.

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