Este 8 de marzo de 2016, como Coordinadora de Feministas en
Lucha declaramos que:
1. El día Internacional de La Mujer se nos ha arrebatado.
El origen de clase (obrerista) de la fecha, el sentido que dejó la lucha de las
obreras del área textil que murieron calcinadas por la patronal ha sido
usurpado por un ideal de feminidad deseado por el patriarcado y el sistema
económico imperante, asimilando las luchas al sistema económico y, por tanto,
sacando provecho de esta fecha mediante el culto de un mito, de una idea de
mujer que nada tiene que ver con nuestras realidades y que hace de nuestras
existencias una carrera por un ideal al cual jamás podremos acceder. La
necesidad de arrebatarnos este día de lucha radica en el miedo a nuestra
radicalización, a nuestro potencial transformador, por lo que utilizan todas
sus armas para “ponernos en nuestro lugar”, convirtiendo una fecha de lucha en
una comercial, maquillada de feriado rosa que supone que las mujeres dejamos de
cumplir nuestras labores ingratas para ser “reinas por un día”. El mercado
resalta valores deseables en una Mujer, como ser dócil o la belleza escultural,
ocultando aquellas aptitudes que reconocen peligrosas para su sistema
patriarcal, heterocentrado y capitalista; artículos de belleza, rosas,
chocolates que comeremos con miedo a engordar y electrodomésticos para
“facilitar” la jornada laboral doméstica, son ofrecidos para obsequiar en este
día.
2. Somos mujeres, lesbianas y trans en lucha, y no La Mujer
que ellos desean, sujeta a un imaginario en el cual nuestro destino está
marcado por nuestra biología. Encarnar el género femenino supone per se ser
trabajadora, que por el solo hecho de poseer útero debemos parir y criar niñxs,
cuidar adultos mayores y servir a los hombres. Para esta sociedad masculinista
Mujer significa estar destinada a la maternidad, a la monogamia, a la
servidumbre, a ser violada por salir de noche y si nuestros cuerpos despiertan
el libido de un depredador, somos golpeadas, asesinadas y encarceladas por
defendernos. Somos obreras sin paga, realizamos labores de cuidado y crianza,
labores domésticas, incluso nos hacen trabajar para ser bellas y femeninas para
los hombres. Cuando accedemos al trabajo remunerado que nos prometía
independencia económica, termina siendo una pesadilla bajo este modelo
económico devorador y la consabida doble jornada, que nos obliga a trabajar
fuera y dentro de casa. Muchas, además, deben sustentar el hogar con dos o más
sueldos de hambre, inferiores aún al de los varones heterosexuales. El Estado
impide la lucha de las mujeres por su dignidad laboral, debido a las políticas
antisindicales de las grandes empresas, sumiendo a las mujeres en una triple
explotación: la del hogar, la del trabajo y la del Estado.
3. Abogamos por el aborto libre. Se nos ha asignado un
lugar de servidumbre dentro de la familia patriarcal en donde se nos obliga a
ser dama en la mesa y puta en la cama, a parir y criar gratuitamente fuerza
productiva para un Estado que nos deja morir en las calles y en el seno del
hogar, sin reconocimiento social alguno más que unas flores. Dentro de la
familia, ese lugar que han llamado “privado” y del cual se niegan a hablar, nos
abusan y nos matan; es donde miles de niñas han quedado embarazadas de sus
padres, tíos o hermanos, para luego ser obligadas a parir, acusadas de seducir
al abusador y criar junto a su madre a ese bebé como hermanx-hijo-muñeco de
plástico. Las mujeres hemos abortado desde principios de los tiempos y lo
seguiremos haciendo. Lo hacemos por diversas razones, tan diversas como
cada una de nosotras. Las tres causales a duras penas cubren el 5% de los
abortos que se llevan a cabo en Chile. Y, como si fuera poco, somos testigos de
la influencia de la Iglesia Católica en instituciones médicas y educativas que
se niegan a prestar servicios en casos de interrupción voluntaria del embarazo,
criminalizando a quienes queramos realizar un aborto dentro de una institución.
No podemos confiar en establecimientos de salud cuyos profesionales han sido
educados en instituciones misóginas que conciben el cuerpo de la mujer como una
probeta generadora de humanos, instituciones cuyos dueños son férreos aliados
de la derecha golpista.
Convocamos entonces a radicalizarnos, a re-tomarnos un día
que se nos ha arrebatado por los intereses del mercado capitalista y la
necesidad del heteropatriarcado de ponernos “en nuestro lugar”, tomando como
bandera de lucha el aborto libre, seguro y gratuito.