El 24 de abril, nosotras, militantes de la Marcha Mundial de las Mujeres, unimos nuestras voces para denunciar y unirnos en solidaridad feminista contra el poder de las empresas transnacionales que explotan y destruyen la vida de las mujeres. Nuestras acciones comenzaron en 2013, cuando las torres Rana Plaza se derrumbaron y destruyeron miles de vidas de mujeres que trabajaban en condiciones totalmente inhumanas y precarias en Bangladesh. En este año 2021 estamos indignadas por otro caso de incendio en una fábrica textil de Marruecos que mató a 26 trabajadoras/es.
Nuestra resistencia feminista y anticapitalista al poder corporativo existe precisamente en nuestros enfrentamientos colectivos desde diferentes realidades, pueblos y lugares para detener el avance de las acciones de las empresas transnacionales. La desposesión es algo que nos une a todos los continentes y es practicada por empresas regidas por la lógica colonialista, racista y patriarcal.
Denunciamos la dramática situación de nuestras compañeras del norte de Mozambique, en la provincia de Cabo Delgado: con la entrada de empresas multinacionales con concesiones para la explotación del petróleo y otros recursos naturales, la población ha sufrido la usurpación de tierras y medios de vida, provocando guerras y terror que obligan a la gente a abandonar sus territorios en busca de seguridad. Estas empresas llegan con promesas de «progreso», destruyen la biodiversidad, los conocimientos tradicionales y expulsan a sus pueblos utilizando a las mujeres y las niñas como instrumentos de conflicto y son asesinadas, secuestradas, encarceladas y violadas. Situaciones como la de Cabo Delgado también se dan en otros lugares del mundo, como en el caso de la explotación del níquel en Nueva Caledonia.
En 2021 es el segundo año que vivenciamos esta fecha bajo la pandemia COVID 19 que ha agravado las malas condiciones de vida de millones de mujeres en todo el mundo. En este marco, asistimos al aumento del autoritarismo de muchos gobiernos, a la brutalidad contra la población en nombre del aislamiento social obligatorio, el «lockdown», o bien a casos como el del gobierno brasileño que invierte en el negacionismo científico y promueve la falsa ecuación economía X vida.
Mientras que los países ricos del norte han avanzado mucho en materia de vacunación, hemos visto cómo se niega este derecho a las naciones globales del sur. Las grandes empresas farmacéuticas, en su mayoría en el norte global, han aumentado sus beneficios y se articulan en iniciativas para ofrecer «soluciones» de distribución de vacunas en países que no tienen el poder adquisitivo. Sin embargo, no mencionan el hecho de que estos mismos países están negociando con los productores de vacunas y garantizando reservas de inmunización para sus países mucho mayores de lo necesario. Conocemos estas tácticas para comercializar la salud y la vida de las personas a través del dominio de la producción y distribución de medicamentos y patentes, que se convierten en verdaderas armas de guerra.
En estos tiempos, desde la Marcha Mundial de las Mujeres venimos apostando en las estrategias colectivas y solidarias para poner en el centro la sostenibilidad de la vida en todo el mundo, desde nuestra auto organización y en alianzas con los movimientos sociales que apuntan a la transformación de la economía para desmantelar el poder corporativo.
¡Nuestra solidaridad feminista internacionalista seguirá moviéndonos, resistiendo para vivir, marchando para transformar!